miércoles, 30 de julio de 2008

La Vida en Azkaban


Azkaban, la prisión de los magos. Para muchos, una leyenda. Para los que están adentro, una pesadilla. Custodiada por dementores, las criaturas más frías y despiadadas del mundo mágico, se vuelve un verdadero cementerio. Un cementerio en el que los prisioneros intentan sobrevivir, doblegando el alma y entregándose al olvido.
Era aterrador, el ruido de las olas parecía casi tumbar una de las paredes, estaba todo muy sucio. Era un lugar que irradiaba frío, muerte, olvido, desolación. Los presos tenían la mirada perdida, como si las cuencas de sus ojos estuvieran vacías. Ellos miraban intentando ver más allá. ¿Qué tan lejos querían ver? ¿Cuántas almas inocentes estarían confinadas a esta terrible suerte?
Cuanto me hubiera servido en ese momento, aquella botella de Felix Felicis que había dejado en el bolsillo de mi otra túnica. Tras mi disfraz de animaga, logré que los dementores no dieran conmigo y pude escurrirme entre las rejas de la celda donde, hasta hace algunos meses, se vio recluido uno de mis amigos. Era increíble lo mal que uno se sentía cuando estaba ahí adentro. El piso era duro y áspero. En un rincón de la celda, olvidado y corroído por tanta tristeza hallé un pedazo de pergamino, que parecía resistir el paso de los años, estaba amarillo y arrugado.
Estando aquí dentro, sin poder ver la luz del sol, ya no sé ni que día es. Creo que ha pasado una semana pero no estoy seguro. Ya no soporto el encierro. Extraño a mis amigos. ¿Cómo estará mi querido Remus? ¿Sabrá ya de la terrible suerte de James y Lily?
Estoy traicionando el pedido de James, no cumplí con mi promesa. Necesito saber como está el niño, debería estar cuidándolo. Necesito salir de esta horrible mazmorra a cumplir mi juramento.
Tengo que encontrarlo. Tengo que protegerlo del lado oscuro. Tengo que encontrar a Harry. Tengo que salir...

Clarissa Granger
Prefecta 2007 de Gryffindor

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